A mí me parecía una mujer todoterreno. Jamás creí llegar a ser una mínima sombra de lo que era ella. Todas las mañanas sonaba el despertador a las 6.00 a.m. para comenzar un nuevo día de un continuar sin freno. Desayunos para todos, comidas para todos, ducha para ella y ocho horas por delante en el trabajo para otros. Volver a casa, comer, ir a la compra, hacer la cena y la comida para el día siguiente. Estar pendiente de si uno necesita una cosa o el otro necesita la otra. Querer tomarla como ejemplo y no llegar a entender cómo es posible abarcar tanto en tan pocas horas.

Nunca vi una mala cara por llevar tanta carga, ni malas contestaciones, ¿cómo era posible que nunca se olvidara de nada? Siempre estaba pendiente de todo y de todos. Y su mayor recompensa era sentarse un ratito en el sofá por la noche a disfrutar de su marido y sus hijos. Ese breve espacio de tiempo era lo único que necesitaba para ser feliz. Ellos.

La recuerdo así, cualquier imagen que me viene a la mente de ella me hace recordar lo trabajadora que era, es y será toda la vida. Porque hay mujeres que han sido, son y serán todoterreno. Ser un ejemplo y tener la certeza de que será muy difícil llegar a ser como es ella.

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